Aznar el ‘rebelde’ y la fidelidad política de barra brava

    "Amagar, amagar y no dar", reza una coplilla antigua que aprendí de mi padre. Ese parece ser el camino escogido. Aznar dará tres o cuatro pellizcos de monja al partido que él cimentó sobre cuestiones técnicas, principalmente económicas. Pero ni pío de lo importante.

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    El expresidente del Gobierno, José María Aznar
    El expresidente del Gobierno, José María Aznar

    La espantada final de José María Aznar como presidente de honor del Partido Popular era la crónica de una separación anunciada. No en vano, pocas semanas antes de consumarse la ruptura del padre respecto de su hijo político ya se había sustanciado el corte umbilical de la Fundacion FAES respecto del PP.

    La reciente encuesta publicada en El Español según la cual un hipotético nuevo partido de Aznar lograría 4 millones de votos y 51 escaños, ha servido para alimentar el fuego de las hogueras en los mentideros políticos.

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    Como si fuera al grito de aquel tren loco del marxismo cinematográfico (¡Más madera!), se ha cebado la especulación eterna sobre la resurrección política (dícese, con representación real) de la derecha en España.

    Porque, seamos serios: ni el PP es la derecha, ni pretende serlo, ni ha dejado de hacer esfuerzos para impedir que sea posible. Por eso, entre otros factores, se puede decir sin equivocarse que la derecha social está huérfana de representación política.

    Esa supuesta rentrée en el Congreso del fundador del PP cabalgando otras siglas es una utopía. No tendrá lugar. La sociedad española no está por la labor y, mucho menos, el propio expresidente, como ha confirmado en el día de ayer.

    El ‘código del samurai pepero’

    Aznar no es su amigo Álvaro Uribe, el exmandatario colombiano reconvertido en máximo opositor a su sucesor, Juan Manuel Santos.

    Existe una especie de código del samurai pepero, una cuestionable y férrea fidelidad de barra brava a la sigla política que infecta a buena parte de los  cargos del PP y a no poca porción de afiliados. Aznar no es el único que la padece.

    Además, Aznar, lo mismo que Rajoy, cree en la capacidad sobrehumana (o infrahumana) de su votante de no soltar su papeleta por mucho que le arda entre las manos y le apeste en la pituitaria nasal.

    «Aznar no va a agitar el avispero. Dará tres o cuatro pellizcos de monja al partido que él cimentó sobre cuestiones técnicas»

    «Amagar, amagar y no dar», reza una coplilla antigua que aprendí de mi padre. Ese parece ser el camino escogido por la mayoría de los que podrían liderar una regeneración -dentro o fuera- del Partido Popular.

    Algunos cercanos a Aznar, incluso, han asegurado a periodistas como Isabel San Sebastián que Aznar no está dispuesto a crear un nuevo partido, pero sí tiene el cuchillo afilado para montar todo el follón posible. 

    Otros, corren a subrayar que Aznar se rodea de liberales para no ser confundido con lo que llaman extrema derecha que no es más que todo lo que se salga del diktat de lo políticamente correcto, la ideología de género y esta cosa nueva de la postverdad.

    En realidad, Aznar no va a agitar el avispero. Dará tres o cuatro pellizcos de monja al partido que él cimentó sobre cuestiones técnicas, principalmente económicas. Pero ni pío de lo importante.

    No hablará de la demografía, del peligro presente del aborto, del riesgo de futuro -cada vez más cercano- de la eutanasia, ni de la desnaturalización de la familia, entre otras muchas plagas instaladas en nuestra sociedad. Y las que están por llegar.

    Y , tal vez lo más importante: Aznar no está para meterse en jardines, porque son los mismos que él desatendió durante sus mandatos. ¿Qué podría motivarle ahora a doblar el espinazo azadón en mano para desbrozar las hierbas que dejó crecer?

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    Nicolás de Cárdenas fue inoculado por el virus del periodismo de día, en el colegio, donde cada mañana leía en su puerta que “la verdad os hará libres”. Y de noche, devorando los tebeos de Tintín. Ha arribado en su periplo profesional a puertos periodísticos de papel, internet, televisión así como a asociaciones cívicas. Aspira a morir diciendo: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe".