Cruda realidad / La muerte de un gorila… y la de nuestra civilización

    El pasado fin de semana fueron tiroteadas en Chicago nada menos que 69 personas, pero de lo único que se habla en los medios norteamericanos y occidentales, en general, es de un simio, el gorila Harambe. Todo un síntoma.

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    El gorila Harambe, con el nino que cayó al foso / Imagen TV

    La noticia la conocen, inevitablemente: en el zoo de la ciudad americana de Cincinatti, un ninos de cuatro años cae en el foso de los gorilas y es asido y arrastrado por uno de ellos -Harambe, se llamaba el finado- hasta que un guarda le dispara -al gorila, no al nino-, lo mata y rescata a la criatura.

    A veces, para darme cuenta de cuánto y qué rápido hemos cambiado, me gusta imaginar cómo, con qué titulares y qué sesgo darían los medios de comunicación de hace 25 o 30 años las noticias de hoy. La del nino y el gorila sería para cualquier sociedad medianamente sana un susto con final feliz, en fin, ¿no?

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    No, naturalmente, estamos en el siglo XXI, en Occidente, donde tiraniza las conciencias una dogmática relativista para la que es más que cuestionable que un ser humano valga menos que un gorila.

    Si el gorila es normal y el nino deficiente, por ejemplo, el célebre eticista Peter Singer, la vida del primero debe prevalecer sobre la del segundo.

    Curioso: la gente recuerda el nombre del león Cecil que un dentista mató en un safari, pero nadie recuerda los nombres de las víctimas de Bataclán

    ¿No recuerdan la que se armó cuando un dentista americano mató en un safari al león Cecil? Para empezar, querido lector, usted recuerda el nombre del león muerto, mientras que es dudoso que recuerde alguno de los nombres de la masacre de Bataclán o de la más reciente de Bruselas.

    Atentado en la disco Bataclan de París
    Atentado en la disco Bataclan de París

    Más probable aún es el caso de Excalibur, el perro de la enfermera española contagiada por el ébola que las autoridades sanitarias decidieron sacrificar por prudencia elemental. Las redes estallaron en miles de protestas ante este ‘asesinato’ de un ser inocente y consiguieron, al menos, que todos recordemos el nombre del perro e ignoremos el del misionero que español que murió de ébola en esas mismas fechas.

    Bueno, tenía que pasar. En estos últimos cuarenta años, el aborto legal en el mundo ha acabado con la vida de más de 1.700 millones de seres humanos. Una civilización que sigue a lo suyo impasible ante una matanza como esta sobre los más indefensos de sus miembros, con el asentimiento de sus madres y la colaboración necesaria de la profesión médica -«primero, no hacer daño», que decía Hipócrates- es poco probable que haga gala de alguna claridad moral distinguiendo ninos y simios.

    La muerte del gorila ha sido portada y tema de apertura en todas las televisiones americanas, y dudo que la muerte del nino a manos del primate hubiera tenido el mismo efecto, aunque no lo descarto porque el morbo sube la audiencia en esta civilización lista para los Juegos del Hambre.

    Pero el titular más repetido no era «nino salvado de morir a manos de un gorila», sino «matan a tiros a un gorila».

    Las cadenas de televisión norteamericanas dedicaron a la muerte del gorila Harambe 54 veces más tiempo de antena que a los humanos tiroteados en Chicago

    Oh, bueno, este fin de semana pasada fueron tiroteadas 69 personas en Chicago. Piénsenlo: 69 personas. Si hubiera sido en un atentado estaríamos en alerta máxima. Pues bien, las principales cadenas de televisión norteamericanas -ABC, CBS y NBC- dedicaron a la muerte del gorila Harambe 54 veces más tiempo de antena que a los humanos tiroteados en Chicago.

    La vida de ese nino era infinitamente más valiosa que la del gorila. Una se siente rara teniendo que escribir algo que para casi toda la humanidad durante casi toda la historia sería una perogrullada demasiado evidente para consignarse, pero que hoy se pone en duda, incluso se rechaza públicamente.

    El revuelo en torno a la muerte -‘asesinato’, lo llaman en la red numerosas fuentes- del gorila es solo el enésimo síntoma de una sociedad peligrosamente enferma y desnortada, terminal, donde el sentimentalismo más vergonzoso, superficial y pasajero domina sobre la razón y el sentido común.

    «En algunos lugares de Asia, el hombre es una mala hierba», escribía Thomas De Quincey en el siglo XIX, y hoy podría añadir que lo mismo parece suceder en nuestra avanzada civilización occidental. Trae más cuenta ser un gorila.

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