
Nadie escarmienta en cabeza ajena. Cuando, en 1991, cayó el comunismo en la URSS y empezaron a llegarnos las noticias verdaderas, innegables, de primera mano, de lo que había sido aquello, en mucha gente que ahora debo considerar ingenua se instaló la idea de que la pesadilla había terminado.
Nadie podía ya alimentar la fantasía de que el comunismo era un régimen, no ya feliz y perfecto, sino medianamente viable. Uno podía visitar cualquiera de los países hasta entonces gobernados por el ‘socialismo real’ y ver en qué habían quedado, hablar con la gente, empaparse de aquella atmósfera desesperanzada y gris.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero aquí estamos, un cuarto de siglo después, con idénticos lemas e iguales fantasías, más otras nuevas aún más utópicas y disparatadas, cosechando votos en las urnas de países como el nuestro.
En Grecia triunfó Syriza, cuajada de marxistas de manual que, además de dejar el país hecho un trapo, ha tenido que envainarse todas las medidas revolucionarias
No somos originales en esto, o no demasiado. En Grecia triunfó una coalición, Syriza, cuajada de marxistas de manual que, además de dejar el país hecho un trapo, ha tenido que envainarse todas las medidas revolucionarias y pasar por el aro de Bruselas.
En Francia tienen a su Melenchon, en Estados Unidos el dogma en las universidades está a la izquierda de Mao y el otro día jóvenes de todo el planeta se reúnen en Hamburgo para quemar coches y papeleras en nombre de… Bueno, es difícil saber en nombre de qué, porque supuestamente están contra la globalización mientras exigen que se abran de par en par las fronteras. No sé si es que los chavales no tienen diccionarios hoy. Pero, en definitiva, sigue siendo la izquierda la que les mueve.
¿Cómo es posible? Exactamente, por lo que digo en la primera línea. Y porque la realidad, por fuerza imperfecta, no le aguanta media bofetada a los sueños. Ese ha sido siempre el tirón de Shangri-La, Jauja, el País de la Cucaña, Eldorado, la Atlántida de Platón; y ese sigue siendo la fuerza de la izquierda radical y de los nacionalismos periféricos.
L’Estat Catalá, ¿recuerdan?, puede ser el país donde siempre hay helado de postre. En la Cataluña independiente, oímos cada lunes y cada martes, no habrá corrupción, nadie se quedará tirado, tendrán la prosperidad de Singapur con la protección social de Suecia.
¿Por qué no? Nadie puede encontrarle un defecto a lo que no existe, y que lo que dicen no se haya producido jamás y suponga una vuelta imposible al estado edénico es algo que hay que demostrar fatigosamente.
España, en cambio, es asquerosamente real. Si se compara con otros países reales, no estamos tan mal. Pero comparados con un dibujo, con un esquema, con una ideación, es un churro, con sus políticos corruptos, sus empleos precarios, sus micromachismos y sus discriminaciones varias.
Pablo Iglesias está en ese cómodo papel de Savonarola de tres al cuarto, dictando políticas al gobierno en la seguridad de que todo lo que salga bueno de ellas -o se pueda presentar de algún modo como bueno- redundará en su fama, mientras los desastres que se deriven de ellas serán siempre culpa del gobierno.
Ahora ha presentado un proyecto del que ya se ha hablado en Actuall, una cosa espantosamente totalitaria, de un tiránico que ni Stalin o Mao hubieran soñado porque ningún dictadorzuelo se ha atrevido a ir muy lejos legislando la biología.
Y los acomplejados del Partido Popular se verán en el dilema de aceptar una de las peores y más totalitarias leyes de nuestra historia o perder de golpe todos los puntos con el ‘lobby’ LGTBI que ha ido mendigando servil y trabajosamente en los últimos años.
Bastaría ver lo que ha dicho Iglesias sobre el proceso bolvariano para que Podemos perdiera de golpe hasta el último voto
Hoy Venezuela es para el votante español el Fantasma de las Navidades Futuras. Bastaría sumar dos más dos, ver lo que ha dicho Iglesias sobre el proceso bolvariano y el horror cotidiano en que se ha convertido el país para que Podemos perdiera de golpe hasta el último voto.
Pero no sucederá, porque la fe del fanático es ciega, porque ‘aquello es diferente’, porque ‘habéis tergiversado las palabras de Iglesias’, porque ‘los medios dan una versión sesgada de lo que pasa en Venezuela’.
Porque, como en los Expedientes X, «quieren creer». Y si el hombre es el animal que siempre tropieza en la misma piedra, en la de la utopía es un no parar.