Mariano Rajoy no pondrá condiciones al Partido Socialista para conseguir que se abstengan en la votación de investidura. Así, sin más. Lo que le pidan. No le basta con haber mantenido todas las leyes que Zapatero aprobó mientras él las recurría ante el Constitucional, sino que además ahora, después de haber perdido millones de votos, está dispuesto a hacer lo que le pidan para seguridad en el poder.
Pienso en los españoles que votaron un día a Rajoy pensando no sólo en su bolsillo, sino en la idea de una España mejor en lo social, en lo moral, en lo demográfico, que en el fondo es también pensar en lo económico. Pienso si muchos de ellos se habrán parado a hacer un análisis profundo de lo que Rajoy ha hecho con su voto, eso tan importante que, por desgracia, en España, nos tomamos tan a la ligera.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraYo fui uno de esos españoles que en 2011 votó al Partido Popular pensando que verdaderamente derogarían la ley de plazos, o que impulsarían políticas de ayuda a la familia, tratando al matrimonio y la familia natural con la singularidad que esta merece. Voté a Rajoy creyendo que combatiría los ataques que Zapatero llevó a cabo contra las familias, los católicos, los provida, los patriotas y contra todos aquellos que creen en España y trabajan por dejarle a sus hijos una sociedad mejor.
Rajoy se dejó llevar por el cálculo de votos, a todas luces erróneo, y, en un alarde de desvergüenza e indignidad, renunció a sus compromisos e hizo trizas el contrato electoral
Rajoy se presentó en campaña con una serie de promesas que ya sabemos todos en qué quedaron. Nos traicionó. Nos mintió. Arropó a aquellos que le siguieron en su mentira y expulsó a los que se mantuvieron firmes ante el compromiso electoral, algunos de los cuales serán premiados el próximo sábado, en representación de otros tantos que demostraron que aún hay políticos nobles.
Confianza en Javier Fernández
Rajoy se dejó llevar por las encuestas, por el cálculo de votos, a todas luces erróneo como hemos comprobado, y, en un alarde de desvergüenza e indignidad, renunció a sus compromisos e hizo trizas el contrato electoral ante la mirada atónita de miles de españoles de bien que no podían creer lo que les estaba pasando. Así Rajoy se convirtió en un fiel sucesor de Zapatero, dando por buenas todas sus políticas pseudoprogres y rodeándose de una fiel camarilla que le han bailado el agua desde entonces, muchos de ellos renunciando a sus principios y dejando de coger el teléfono a los que, meses atrás, llamaban para confirmar su presencia en las manifestaciones.
Ese mismo Rajoy traidor se permitió salir al balcón de Génova a balbucear unas cuantas palabras inconexas y a saltar de alegría por haber perdido “solamente” 49 escaños. Ese ha sido su triunfo, conseguir que le nieguen su voto millones de españoles y que el resto le votaran con la nariz tapada pensando en el mal menor. Los que lo volvieron a votar en diciembre y en junio, entre los que por suerte no me encuentro, deberían pensar si era esto lo que querían: un presidente que sigue a pies juntillas los dictados del gobierno socialista en temas fundamentales como el derecho a la vida, la familia y la unidad de España, y que además ahora dice que gobernarán sin condiciones, con tal de seguir en el poder.
Espero que algún día nos demos cuenta de además de que no todo vale en política, no todo vale a la hora de votar, y que tenemos una gran responsabilidad, más bien toda, en el futuro que dejemos a nuestros hijos en esta España que se rompe en pedazos.
Ojalá Javier Fernández sea tan sensato como dicen y no le pida más aborto, más eutanasia o más persecución. Confío en él, porque en Rajoy lo he dejado de hacer desde hace mucho tiempo.