La cultura de la cancelación parece imponerse sobre la libertad de expresión y de pensamiento
La cultura de la cancelación parece imponerse sobre la libertad de expresión y de pensamiento

Se define corrección política como un tipo de movimiento o práctica que tiene como objetivo alterar el lenguaje, las políticas y el comportamiento de tal manera que se evite el delito, la discriminación y la degradación de ciertos grupos de personas. Estos grupos incluyen géneros, edades y razas, personas con problemas de salud mental y física, así como personas de diferentes creencias religiosas y orientación sexual.

A priori suena bastante bien. La corrección política parece ser un instrumento para alcanzar la concordia entre los distintos grupos de seres humanos que existen con sus respectivas idiosincrasias. No obstante, no es todo tan sencillo.

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Todas las personas por el hecho de serlo tenemos reconocidos una seria de derechos recogidos en la Declaración de los Derechos Humanos. Paralelamente a estos se encuentra también recogido el derecho de la libre expresión, o lo que popularmente se conoce como la libertad de expresión, mediante la cual todo ser humano posee la potestad de comunicar sus ideas y pensamientos sin ser reprendido por ello.

Pero ¿cuál es la frontera que separa el terreno entre la libertad de expresión y la no discriminación? Esta frontera en términos teóricos la dicta el sentido común que viene marcado por el contexto, las causas y consecuencias pero que, en definitiva, podría glosarse en la siguiente frase: “La libertad de un hombre acaba donde empieza la del otro”.

En términos prácticos la corrección política ha venido a desempeñar el rol de la frontera a la que nos referíamos antes. La corrección política trata, sin atacar la libertad de expresión, de mantener esa comunicación de sentimientos y pensamientos dentro de un discurso basado en el respeto aunque eso signifique restringir el arte, cambiar la cultura, etc.

Pero entonces, ¿cuál es el problema con la corrección política? Este radica en que no existen unos criterios objetivos para delimitar algo tan innato del ser humano como es la comunicación mediante el arte, la literatura, el cine, la cultura, la política, … La corrección política se ha transformado en una cultura de la cancelación; en una moderna vertiente de censura donde se contradice a sí misma.

Con el tema del racismo, por ejemplo, desde grandes empresas como Disney se ha tratado de complacer a la raza negra de diversas formas, acabando así con la equidad entre todas las razas que tanto había costado conseguir. Cuando se beneficia a un sector por encima de otro con tal de complacerlo, se está justificando su debilidad frente al resto. Lo cual es una mentira y una injusticia para las personas de raza negra porque de este modo son tratadas como inferiores.

Nos encontramos en un periodo convulso de la historia en donde los cambios tecnológicos se desarrollan a una velocidad tan vertiginosa que a menudo la cultura no es capaz de seguir su ritmo. El trabajo, el esfuerzo y la suerte son el mejor instrumento para alcanzar la igualdad.

La corrección política se entiende en Europa en el contexto del final de la segunda Guerra Mundial donde los totalitarismos, esencialmente enfrentados a los derechos humanos, dieron lugar a una destrucción total de la libertad y a una confusión moral que hicieron capaz al ser humano de cometer los más atroces crímenes. El apoyarse en unos “valores” morales tan radicales fruto de la muerte de Dios a manos del hombre, pervirtió a este de tal modo que puso su capacidad creativa, técnica, reflexiva al servicio del mal. A ello se refirió Nietzsche con la figura del superhombre y la célebre frase de “DIOS HA MUERTO”.

Tras los juicios de Nuremberg, se acordó como sociedad la imposición de una censura que evitara la repetición del drama moral y el consecuente conflicto bélico. Fue entonces cuando, con un ideal de justicia, se trató de remendar los errores del pasado. A los judíos, por ejemplo, se les concedió unas tierras donde vivir como país. Naturalmente, esa actitud de saldar las deudas con aquellos que hubieran sido discriminados podía acabar mal, ya que a lo largo de la historia han sido tantas las injusticias que se han cometido que repararlas todas ha sido misión imposible. Ad hunc, cuando se repara una acción perniciosa, se corre el riesgo de que el remedio sea peor que la enfermedad, y esto precisamente es lo que está sucediendo.

La corrección política ha venido para defender a los más débiles con tal de evitar el abuso de los grandes y la imposición de los totalitarismos; pero resulta que se han cambiado las tornas y ha terminado por ser una manera más de maniatar a todos aquellos que disienten del pensamiento establecido.

Se ha acabado con los totalitarismos políticos para que se cree un totalitarismo del pensamiento, una dictadura ideológica que disfraza al lobo de oveja y representa al cordero como el lobo. Nos venden falazmente la idea del consenso, del respeto, de la igualdad; al mismo tiempo que los que la promueven cometen las mayores desigualdades, rompen con la convivencia, no respetan la libertad de expresión e imponen su ideología sectaria. Una vez más el hombre se ha dejado llevar por su egoísmo y ha destruido lo más preciado del hombre: su libertad y la dignidad de su vida.

Juan Pablo Chércoles, estudiante 2 de bachillerato.

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