
La Policía, leemos en Europa Press, ha detenido a ocho personas en el desalojo de una sauna gay madrileña este domingo en la que había un centenar de personas sin mantener las medidas sanitarias acordadas para el control de la Covid-19. Además encontraron allí todo tipo de drogas: cocaína, ketamina, GHB y estimulantes sexuales.
No es que la policía, naturalmente, fuera por ahí metiendo la nariz en las saunas gays, ni se les pasa por la cabeza: eso solo lo hacen con las iglesias, que los católicos son hasta divertidos de amedrentar. No, tuvieron que denunciar los vecinos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraCreo recordar que de las primeras cosas que escribí de esta crisis sanitaria, allá por los primeros días de confinamiento, fue la observación de que estamos ante un caso inédito de la virología: el primer patógeno político.
Me asombraba entonces de cómo el virus resultaba especialmente contagioso en los actos de culto, en las manifestaciones contra el gobierno y en los mítines de Donald Trump. Ahí era la bomba, trágicos casos de irresponsabilidad que tenía la culpa directa e innegable de cada brote, rebrote y caso desde entonces hasta unas semanas después.
En cambio, las masivas protestas raciales -llamémoslas así, aunque unas algaradas que se saldan con destrucción, incendio, pillaje y más de una veintena de muertos debería tener otro nombre- no solo no contagiaban a nadie, sino que tres mil expertos sanitarios norteamericanos -TRES MIL- firmaron una carta diciendo que adelante, que será por inmunidad, que a la calle que para luego es tarde. Palabrita.
Uno no va a uno de estos locales a llevar nada en la cara y, si se da bien la noche, en ninguna parte del cuerpo y, desde luego, si lo que quieres es mantener la distancia de seguridad, mejor quedarte en casa
Una necesita un cuadro epidemiológico para orientarse: si convoca Vox, sí; si es la Diada, no. Y así. Porque, como digo, el coronavirus es de izquierdas, al parecer, lo que no me resulta extraño, dado que siempre he creído que hay algo de peste en la izquierda moderna.
Pero en ninguna otra parte parecía ser tan nocivo el virus como en las iglesias. En todo Occidente los poderes públicos se han ensañado con las iglesias, y hoy que en casi todas partes te puedes tomar tranquilamente una cervecita, los templos tienen que respetar draconianos aforos y mascarilla perpetua. En un aparte, permítanme lamentar que nuestros prelados tampoco puede decirse que se opusieran a los abusos del poder con ardor de mártires; más bien mantuvieron por lo común la boca cerrada y la cabeza gacha cuando no aumentaron por su cuenta las restricciones.
Las saunas gay, claro, ni tocarlas, a ver quién es el guapo. Ya pasó hace décadas con el sida, un retrovirus letal e incurable entonces. Cuando se detectó y era todavía contenible con relativa facilidad, se planteó, naturalmente, el cierre de los locales específicamente para homosexuales, siendo el sexo anal su principal forma de transmisión, de igual forma que se planteó, como medio obvio de luchar contra la plaga, el rastreo de casos.
Y ahí fue cuando el ‘lobby’ demostró primero su poder. No y no. Y la plaga se extendió por todo el mundo mientras se nos metían los condones por todas partes como si fueran gominolas. Lo demás, como suele decirse, es historia.
Muchísimo más que en el caso de las marchas de Black Lives Matter, aquí el caso clama al cielo. Si yo fuese un virus decidido a extender mi progenie a toda velocidad, no se me ocurre un mejor sitio que una sauna gay. La nota de la Policía en la que dicen que los asistentes no tenían mascarillas es una verdadera broma.
Uno no va a uno de estos locales a llevar nada en la cara y, si se da bien la noche, en ninguna parte del cuerpo y, desde luego, si lo que quieres es mantener la distancia de seguridad, mejor quedarte en casa o incluso apuntarte a una clase de tango. Imagino, por lo demás, a mi lector lo bastante hombre o mujer de mundo como para hacerse una vaga idea de que lo que se hace preferentemente en una sauna gay es un verdadero sueño para cualquier virus o bacteria decididos seriamente a llevar a feliz término su empresa de colonización.
Esto nos lleva a lo que todos sabemos: cuando existen grupos protegidos, colectivos de agraviados patrocinados por la izquierda exquisita y cortejados por la derecha masoquista, hablar de igualdad ante la ley es un mal chiste.