
El veterano director español Fernando Colomo (Madrid, 1946) acaba de estrenar Isla Bonita, su película número 20, unánimemente bien acogida por la crítica tras pasar por el Festival de San Sebastián y el de Huelva.
Su última entrega creativa es una vuelta a los orígenes, al menos en el aspecto financiero, puesto que Tigres de papel, su primer gran éxito, la rodó con un presupuesto mínimo –tres millones de pesetas– y ésta la ha hecho con 70.000 euros no procedentes de subvenciones, lo que debería servir como acicate a los jovenes realizadores de quienes depende la consolidación del cine español como industria.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa mayoría de los directores clásicos, desde Hitchcock hasta Clouzot, aseguran que el secreto de una buena película es ‘Guión, guión y guión’, pero en su última obra desafía este mandato.
He sido mucho de ‘guión-guión-guión’, pero los ejecutivos se han puesto tan pesados con ese tema que es imposible hacer nada. Con mi última película me pasé siete años escribiendo y reescribiendo. Lo habitual es buscar primero la financiación. Con Isla Bonita sabía que, si todo empezaba bien, tardaría tres años mínimo. Eso, en caso de que fuera como la pólvora. Es muy normal que te pases cuatro o cinco años y al final no se haga.
Entonces me dije: “Ésta será una película distinta, es decir, a estos personajes les voy a hacer improvisar ante la cámara y sobre eso me voy a inventar una historia, un contenido”. Esa idea me obligó a incluirme a mí mismo en el reparto. En La línea del cielo lo que hice fue llamar a Resines y llevármelo a Nueva York…
Resines es capaz de solucionar casi cualquier problema, sin duda.
Cierto, pero en este caso le dije: “Antonio, ya no puedes hacer de alter ego mío, porque estás más gordo y calvo y tal… Vamos, que no acabo de verte como este personaje perdido en Menorca”. Entonces pensé que tenía que hacerlo yo, que también era una manera de animar a los demás. Yo tenía que ser uno más. Si me escondía, si decía que el director tiene mucho trabajo y solo puede estar detrás de la cámara, los demás se iban a sentir juzgados por mí, cosa que quería evitar.
Ante el producto terminado, el espectador no percibe ninguno de estos problemas. La película no queda deslavazada, sino que transcurre de manera fluida.
Pues sólo teníamos una escaleta que había escrito con la colaboración de Olivia Delcán y de Miguel Ángel Furones. A mí me correspondió estructurarlo. Lo que no he hecho es escribir los diálogos.
Entonces esa parte del guión, hoy considerada básica, ha sido totalmente libre en Isla Bonita.
Exacto, porque a un actor no profesional no le puedes dar diálogos escritos.
El montaje es, según los cineastas novísimos, lo que hace o deshace una película. ¿Qué papel ha tenido en “Isla bonita”?
El trabajo de la montadora, María Lara, ha sido muy importante. Hay que tener un criterio y yo, al estar tan metido en la historia, a menudo quería eliminar cosas válidas. María me decía: “¡Qué dices, si esto es buenísimo!”.
Las circunstancias personales del protagonista son las suyas propias: 69 años, recién divorciado, arruinado, forzado a vender su casa. En este sentido, es la historia de un hombre en crisis con el trasfondo real de la crisis económica. ¿Buscaba una identificación con el español medio?
Bueno, al no tener presupuesto, la película era un barco sin motor, que navegaba con el viento que soplaba. Ese era el principal atractivo de la película y también nuestra inspiración, claro.
«Al no tener presupuesto, la película era un barco sin motor, que navegaba con el viento que soplaba. Ese era el principal atractivo»
La trama encaja perfectamente en la España venida a menos de 2015.
Sí, mi función era darle a todo una apariencia de normalidad. En primer lugar quería que fuese entretenida, porque siempre he dicho que el primer pecado es aburrir. Puedes emocionar, recrear, entretener, asustar, lo que quieras, menos aburrir. No quería hacer Antonioni, pero sí darle un toque de realismo. Está rodado con dos cámaras, para no obligar a repeticiones. En realidad he desmontado el sistema de rodaje y de producción, aprovechando que los actores jovenes no tenían experiencia. Son unos cracks, pero vienen recién salidos de las escuelas de interpretación, que es una ventaja porque no están maleados.
Ha sido una ocasión única para demostrar su oficio como director, porque ha tenido que hacer de amanuense, digamos, para encajar todas las piezas del puzle.
Cada película es una experiencia, pero los equipos de rodaje se crean a piñón fijo. Contratas a un director de producción y te empieza a traer técnicos, conductores y tal. El caso es que en este rodaje toda esa gente habría molestado mucho. Incluso teniendo dinero para hacerla con un equipo de cuarenta, la habría hecho con el mismo equipo pequeño que he usado aquí.
¿Es cierto que la idea de rodar en la bellísima Menorca la tuvo hace muchos años?
Sí, la primera vez que fui era cuando estaba de moda la canción de Madonna, que de ahí viene el título, hace como 28 o 29 años. Fui tres o cuatro veranos seguidos. Luego ya con ninos era más complicado, pero me encantaba ese lado que tiene Menorca de las calas y la naturaleza. Entonces se me ocurrió hacer una película. Aquello quedó olvidado, como tantos otros proyectos, hasta que hace cuatro años me invitó Miguel Ángel Furones, que realmente es amigo mío. Entonces conocí a Nuria Roman y a Carlos Mas, que es el de la escena del pulpo. Y a Olivia Delcán, que es fundamental en la historia y además actriz. Entonces me pareció que lo tenía a huevo para aprovechar las relaciones entre los personajes auténticos.
¿Es consciente de que el experimento le podía haber salido fatal?
Sí, claro. Esto era un riesgo total.
En Europa se suele comparar el cine de calidad con el cine comercial. ¿Por qué en España no se consigue hacer un cine comercial de calidad, un género que Hollywood parece dominar sin problemas?
Bueno, en mi opinión ya no es el caso.
Para entendernos, Ser o no ser, de Ernst Lubitsch, que está entre sus películas favoritas, es una película comercial de calidad.
Efectivamente. Ese es el gran secreto. Lo ideal sería poder hacer cosas de calidad que tuvieran una gran difusión. El problema es que levantar ahora una película en España es difícil.
Lo ideal sería poder hacer cosas de calidad que tuvieran una gran difusión. El problema es que levantar ahora una película en España es difícil.
Pero esa relación maldita entre el cine español y la subvención, ¿no es en parte culpable de que en España no haya una industria del cine propiamente dicha?
A ver, es muy complicado. Con esta película he procurado salirme por la tangente, es decir, no presentarla para conseguir ninguna subvención o ayuda, ni para conseguir financiación en una televisión. En todos estos casos, lo primero que te piden es un guión. Pero yo no quería escribir ningún guión. Es como si pides dinero para comprar pintura para pintar un cuadro y te dicen: “Primero, pínteme el cuadro”. Y les dices que necesitas la pintura para pintarlo. Entonces te dicen: “Pues hágame un boceto lo más detallado posible”. Entonces yo les contesto que no, porque para mí la gracia es irlo cambiando sobre la marcha.
Es decir, que con Isla Bonita ha ido en contra del comportamiento habitual de un español que quiere sacar adelante una película.
Radicalmente. Este proyecto no ha tenido ningún tipo de ayuda económica. Una vez terminada, han entrado varias cadenas de televisión. Pero ha sido después y con pequeñas cantidades: Televisión Española, Movistar y la local balear, IB3. Pero no ha tenido ni tendrá ninguna ayuda del Ministerio de Cultura.
Habría que felicitarle públicamente por demostrar que se puede hacer una buena película sin subvenciones.
Hombre, ten en cuenta que los actores de Isla Bonita no hemos cobrado.
¿Y qué opina de Fernando Trueba, recibiendo un Premio Nacional de Cine y diciendo que no se siente español al recoger los 30.000 euros?
Había que escuchar el discurso completo que dio al recibirlo. Decía que no se consideraba español, cosa que para mí es una definición anárquica totalmente respetable, quizá no oportuna en este momento, pero… en fin.
¿Cuál es su mayor aportación al cine español?
Pues Carmen Maura, Verónica Forqué y Antonio Resines.
¿Y no ha hecho ninguna contribución ideológica o técnica?
Bueno, Tigres de papel, que es de 1977, fue la primera película con sonido directo, con actores desconocidos y con planos muy largos. Uno de ellos duraba nueve minutos. Y tuve la suerte de hacer una de las primeras películas españolas sin censura. Otros no tuvieron esa suerte.