Adiós izquierdas, adiós

    La izquierda en Europa se parece a una especie en extinción. A cada elección que se produce en un país europeo, el color rojo mengua en los mapas de las votaciones. Las últimas, en Italia. La única excepción, por ahora, es España, donde todos los partidos son ‘progresistas’ en distintos grados.

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    Mapa elecciones Austria e Italia.

    Lo reconozco. Cada vez que hay elecciones en un país europeo espero el mapa de las votaciones por distritos antes de tomarme un gin-tonic.

    Las últimas fueron las parlamentarias de Italia, en que dos partidos condenados por portavoces de la globalización y del status quo del estilo de Miquel Roca (columnista de La Vanguardia) y Sami Naïr (columnista de El País), como el Movimiento 5 Estrellas y la Liga fueron los más votados.

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    ¡Qué poco gusta la democracia a los oligarcas cuando el pueblo no escoge a los que ellos y sus jefes quieren!

    Silvio Berlusconi, el ex primer ministro italiano y líder de Forza Italia /Efe.

    Silvio Berlusconi, octogenario y criatura del corrupto socialista Bettino Craxi, y el Partido Democrático, transformación del viejo PC (entre medias se llamó El Olivo), encabezado por el fotogénico y soberbio Matteo Renzi, fueron arrollados.

    ¡Qué poco gusta la democracia a los oligarcas cuando el pueblo no escoge a los que ellos y sus jefes quieren!

    La suma de estos dos partidos se quedó en 10’8 millones de votos, mientras que la suma del Movimiento 5 Estrellas, la Liga y los Fratelli d’Italia (quinto partido del país, derecha nacional) se aproxima a los 17 millones.

    En Italia ya ha empezado el larguísimo proceso para formar un Gobierno de coalición, que puede concluir con las sorpresas habituales, como un primer ministro que no es diputado. Pero lo indudable es que la izquierda y su discurso ideológico han sufrido una nueva derrota.

    Antes que en Italia se produjeron otras derrotas el año pasado en las elecciones parlamentarias de Austria y Alemania y las presidenciales de Francia. Basta ver los mapas. El rojo se reduce tanto que en algunos países casi desaparece.

    Y, lo más importante, las ideas y los valores de la izquierda están retrocediendo. Volvamos a Italia.

    El proyecto del último primer ministro ‘progre’, Paolo Gentilioni, de dar la nacionalidad (y el voto) a 800.000 hijos de inmigrantes, fue rechazado en 2017 por la oposición de la derecha y el Movimiento 5 Estrellas, así como por el rechazo popular. El partido Fratelli d’Italia impuso a sus coaligados del centro-derecha la aprobación de una ley para el fomento de la natalidad. Y la fiscalía italiana ha detenido el barco de una ONG española por colaboración con el tráfico de personas en el Mediterráneo.

    En Italia el discurso público lo controla la derecha: fomento de la natalidad, control de la inmigración, resistencia a Bruselas…

    En Alemania la canciller Merkel tiene que seguir insistiendo en su consigna de que “el islam forma parte de Alemania”, cuando su ministro de Interior, Construcción y Patria (denominación añadida) dijo que “Alemania está marcada por el cristianismo”.

    Mapa elecciones Francia y Alemania.

    La excepción a este fenómeno europeo es, por ahora, España, donde los cinco principales partidos parlamentarios, Partido Popular, PSOE, Podemos, Ciudadanos y ERC, comparten programas ‘progres’: más impuestos, más control social, más ‘ideología de género’, más Bruselas…

    Todos ellos se dieron de codazos por aparecer en las manifestaciones del 8-M con su lacito morado. Y de los dos que reciben votos de derechas, el PP y Ciudadanos, ninguno se opuso al ‘discurso de odio’ contra los hombres, como la violencia en el ADN de la masculinidad.

    ¿Qué le está pasando a la izquierda en especial y la socialdemocracia en particular para dirigirse a la extinción? Como ya he explicado en otras columnas en Actuall, se está quedando sin espacio político.

    La socialdemocracia se queda sin programa, porque se lo quitan los Macron y Rajoy, y sin electorado, porque se va a los partidos ‘populistas’

    La derecha bendecida por el ‘establishment’ con el elogio envenenado de ‘civilizada’, se ha trasladado al centro (el PP se define desde hace años como un partido de centro; sin conservadores ni liberales).

    Los partidos socialdemócratas pierden votos, que se marchan a los nuevos partidos acusados de populistas, y pierden sus propuestas políticas (gasto público, inmigración desaforada, agenda LGTB…), que las aplican los partidos ‘de centro’.

    ¿Y cómo reacciona la socialdemocracia? Pues repitiendo sus errores una y otra vez. Porque la realidad y los deseos de los pueblos no pueden modificar ni su ideología ni sus prejuicios.

    La izquierda reconoce que las personas necesitamos pertenencia y cierto orden, pero es incapaz de satisfacer ese deseo

    En un debate sobre dónde está la izquierda, celebrado en La Sexta el 18 de marzo, Íñigo Errejón hizo la siguiente declaración:

    “Todo el mundo siente que las vidas se han desordenado, no sabemos quiénes somos ni a qué pertenecemos. Hay dos grandes necesidades: la necesidad de pertenencia a algo más viejo y grande y la necesidad de un cierto orden”

    Un análisis, con el que estoy de acuerdo, una muestra más de que el eje izquierda-derecha ha quedado desfasado. Pero, ¿quién se cree que la izquierda agonizante (y la derecha domesticada) puede responder sinceramente a esas preguntas? ¿La misma izquierda que ha promovido la revuelta racial en Lavapiés?, ¿la misma derecha que está contra las fronteras?

    Un intelectual de izquierdas, emparejado con una novelista que ha encontrado un filón en hacer inacabable la guerra civil, escribió un artículo titulado ‘Todos somos Ana Julia’, a fin de atenuar la responsabilidad de esta asesina porque es mujer, extranjera, negra e izquierdista; todos los atributos del electorado que busca. No me lo imagino escribiendo ‘Todos somos José Bretón’ o ‘Todos somos las niñas de Rotherham’.

    Pues si él, que fue candidato de Izquierda Unida a la presidencia de la Comunidad de Madrid, se identifica con una asesina, no pretenda que los demás españoles lo hagan con él o con su candidatura.

    ¿Qué hacen los gobernantes de izquierdas? El griego Tsipras baja las pensiones públicas y vende armas a Arabia Saudí

    Dejemos a los pensadores izquierdistas españoles, tan bastos ellos, y fijémonos en los gobernantes.

    Alexis Tsipras, que destrozó a los socialistas griegos y, según Pablo Iglesias, venía a darle la vuelta a la UE, ha seguido bajando las pensiones públicas, como le manda Bruselas. También aprobó la venta de armamento a Arabia Saudí, cuyo ejército masacra en Yemen a la población civil. Entonces, ¿en qué se nota su progresismo? ¡En que introdujo el matrimonio homosexual y se reabrió la televisión pública, medidas vitales para la clase obrera y la media!

    Acudamos a Canadá, lejos de todas partes y rico por sus minerales, donde no hay ni pobreza, ni amenazas militares. Allí gobierna desde 2015 el progresista Justin Trudeau, a quien Candela Sande ha definido como el líder “más tonto” del mundo. ¿A qué se dedica? A la ‘ingeniería social’, una de cuyas últimas medidas es la prohibición a los funcionarios del uso de términos de cortesía “señor” y “señora”.

    El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau / Wikipedia
    El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau / Wikipedia

    En el bando populista, el Reino Unido zarandeado por el Brexit y, si uno se cree El País, controlado por hordas de ingleses tan hinchados de cerveza como de xenofobia, acaba de registrar su tasa de desempleo más baja desde 1975.

    La realidad, ese país donde no existen los unicornios y, dentro de poco, partidos socialistas…

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    Cuando me digo por las mañanas que el periodismo es lo más importante, me entra la risa. Trato de tomarme la vida con buen humor y con ironía, porque tengo motivos para estar muy agradecido. Por eso he escrito un par de libros con mucha guasa: Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos, que provocó una interpelación en el Congreso por parte del PNV, y Diccionario para entender a Rodríguez el Progre. Mi último libro es 'Eternamente Franco' (Homo Legens).