Cruda realidad / La fábula del pequeño Omran

    Lo que me interesa, lo que me obsesiona, es qué fácilmente se nos puede manipular 'desde arriba' con una simple imagen, como si no hubiera miles de Omran que, menos fotogénicos o con la desgracia de haber sufrido víctima del 'bando equivocado', no aparecerán en nuestras pantallas.

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    Un nino sirio que sobrevive a un bombardeo en Alepo espera a que le atiendan en una ambulancia / Twitter Raf Sanchez
    Un nino sirio que sobrevive a un bombardeo en Alepo espera a que le atiendan en una ambulancia / Twitter Raf Sanchez

    No hay modo de que esa foto pueda dejarte igual. Imposible. Imagino que saben de qué foto hablo, la foto. Omran, de 5 años, sentado y cubierto de polvo y mugre de pies a cabeza tras ser literalmente desenterrado de los escombros tras un bombardeo de la aviación de Assad sobre Alepo, la carita manchada de ojos muy abiertos y gesto de desamparo y pena y perplejidad.

    No hay modo. Tengo hijos, y es ver la foto en redes sociales -donde es la sensación del día, repitiéndose incesante- y querer lanzarme a achucharle, a protegerle y, en seguida, a tareas más prácticas como meterle en el baño y hacerle una cura en esa frente.

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    Como no me creo en absoluto única, imagino esta reacción repetida en miles, cientos de miles, quizá millones de usuarios -más usuarias, es lo que hay- de redes sociales, variando según el grado de empatía, pero casi todos conmovidos e indignados.

    Pablo Casado, por citar un ejemplo con el que me he topado, representante de la juventud dorada del PP y vicesecretario de Comunicación del partido, tuitea la ya icónica imagen con el comentario: «La mirada de Omran no me deja dormir. Tiene los mismos años de mi hija. Todos ellos sufriendo la guerra de Siria». Bueno, bien, es un político. Pero imagino que no hace falta serlo para sentir algo parecido, sino para expresarlo.

    Y aquí viene el problema. Esa foto no está ahí por casualidad. No se mueve como las otras cientos de miles de fotos que recorren cada día las pantallas de ordenador, móvil o televisión. Esa foto está para algo. Y es cuando me siento manipulada.

    Como consumidores de información, nuestra era tiene dos rasgos básicos: posee la retentiva de Dory y condiciona sus posturas en base a un sentimentalismo esencialmente visual

    Como consumidores de información, nuestra era tiene dos rasgos básicos: posee la retentiva de Dory y condiciona sus posturas en base a un sentimentalismo esencialmente visual. La imagen del pequeño Alán Kurdi ahogado boca abajo en una playa turca no solo nos conmocionó a todos sino que cambió la actitud de los europeos ante la llegada masiva de refugiados sirios -ni todos sirios ni todos refugiados, pero esa es ya otra cuestión-, haciéndola mucho más favorable. Omran, me temo, tiene una función muy similar.

    Me he entretenido en estudiar un poco el conflicto sirio solo desde esa perspectiva: las víctimas, las imágenes. Y he encontrado decenas que harían llorar a una piedra. Algunas, incluso, tan bien encuadradas, tan efectistas y eficaces -si se me permite hablar con esta frialdad del dolor de un nino- como la de Omran. Pero con una diferencia esencial, una desventaja, un handicap: los ninos en cuestión son víctimas del otro bando, de los islamistas ‘moderados’ que se oponen a Assad.

    Y eso es lo que me da pavor. Me da pánico la idea de lo fácil que me hubiera sido quedarme en esa primera reacción que clama que se haga algo, y algo contundente, de forma inmediata. Me horroriza pensar que, de no haberme ‘enfriado’ por razones profesionales lo suficiente para indagar -y no veo porque el público general va a querer o sentirse inclinado a ahondar más si no tiene esa afición-, yo misma estaría pidiendo una ‘solución’ inmediata que, la experiencia me dice, no sería ni fácil, ni incruenta… Ni probablemente justa.

    No es el tema ahora la guerra de Siria ni voy a pronunciarme sobre la maldad relativa de cada bando. No es el asunto que ahora me interesa. Lo que me interesa, lo que me obsesiona, es qué fácilmente se nos puede manipular ‘desde arriba’ con una simple imagen, como si no hubiera miles de Omran que, menos fotogénicos o con la desgracia de haber sufrido víctima del ‘bando equivocado’, no aparecerán en nuestras pantallas.
    Ni en nuestras pesadillas.

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